Orange se queda con Jazztel ¿y con la competencia en el mercado?

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Estos días hemos conocido la noticia de que Orange ha hecho efectiva una oferta pública de adquisición para hacerse con Jazztel, esta operación se enmarca dentro de un proceso de concentración en el sector de las telecomunicaciones iniciado hace ya algunos años y que está suponiendo una reducción del número de actores en los distintos mercados europeos e internacionales.

En España hasta hace solo unos meses los usuarios tenían acceso a una oferta completa de servicios convergentes de hasta cinco operadores diferentes (Telefónica, Vodafone, Orange, Ono y Jazztel), además de Yoigo, que tras la adquisión de Jazztel por parte de Orange quedaría en una situación muy precaria y dependería, para poner a disposición de sus clientes un producto convergente, del mantenimiento de las condiciones del acuerdo que suscribió con Telefónica en el año 2013 y que le permitía explotar la red fija de esta última.

Actualmente, tras la compra de ONO por Vodafone y la posible adquisición de Jazztel por parte de Orange, nos encontraríamos con un nuevo contexto en el que unicamente competirían tres grandes operadores, Telefónica, Vodafone y Orange, a menos que Yoigo, con la colaboración del regulador, que tiene pendiente la decisión acerca de la apertura de la fibra de Telefónica, todavía pueda tener un papel relevante en esta nueva etapa que se abre. Estos tres operadores están capacitados para ofrecer a sus clientes productos combinados de triple-play, quad-play y quíntuple play (voz fija, banda ancha fija, voz móvil, banda ancha móvil y televisión).

Los negocios fijo y móvil cada vez tienen menos sentido por separado y los operadores atrapados en una u otra modalidad sin posibilidad de hacer converger de forma autónoma en su plan de negocio otras tecnologías no lo van a pasar nada bien en el futuro inmediato. Esto supone que los operadores móviles virtuales que tanto han contribuido a elevar la competitividad del sector en los últimos años van a ver como su modelo de negocio sufre un serio revés dadas las nuevas características del sector. En definitiva puede concluirse que la consolidación que se ha producido en el mercado español de telecomunicaciones, unido a la práctica exigencia de ofrecer servicios convergentes para sobrevivir en el mismo, provocarán a medio plazo que el juego se vea limitado a los tres grandes operadores, quedándose los operadores de cable regionales y los operadores móviles virtuales con una parte residual del pastel.

Pero ¿a quien beneficia la tendencia a la concentración que estamos viviendo no solo en España si no en los diferentes mercados europeos desde hace algún tiempo?. Por el lado de los consumidores y usuarios, el aumento del número de operadores, así como la mayor variedad y calidad de los productos ofrecidos por los mismos contribuirán a elevar el nivel de bienestar de toda la población española, así se pronunciaba el legislador español en el año 2000, en un Real Decreto Ley de medidas urgentes en el sector de las telecomunicaciones que precedió a la Ley General de las Telecomunicaciones de 2003. Esta linea argumental se mantenía en la citada ley de 2003 que apostaba en su exposición de motivos por la libre competencia y por introducir, mediante la intervención regulatoria, *mecanismos correctores que garanticen la aparición y viabilidad de operadores distintos a los titulares del antiguo monopolio*.

El criterio del legislador, importado de las Directivas comunitarias, era en definitiva que la adopción de medidas que favorecieran y promovieran un incremento del número de operadores beneficiaba a los usuarios y suponía un serio perjuicio para el antiguo monopolio desde luego y por extensión, en un contexto como el actual en el que ya no puede hablarse de monopolio, para aquellos operadores que puedan tener peso significativo en los distintos mercados de telecomunicaciones.

Los datos han dado la razón a esta posición del legislador, en efecto, los usuarios han visto como el precio de los servicios contratados, cualquiera que fuera la tecnología de que se tratara, han caído de manera sustancial en los últimos años, pese a que el nivel de competitividad alcanzado por el mercado español nunca ha llegado a ser el óptimo, lo que no ha impedido que se haya producido un aumento muy considerable de la calidad de los mismos.

En consecuencia parece evidente que un mercado perfecto en el que reine una competencia efectiva y en el que el número de actores sea el suficiente para evitar toda sospecha de conductas colusorias es indudablemente bueno para los usuarios.

¿Y para los operadores? ¿que efectos tiene la concentración?. Resulta indudable que el mercado europeo de telecomunicaciones tiene un problema de fragmentación que resulta muy preocupante. El mercado estadounidense se reparte entre cuatro operadores mientras que en el europeo contamos con más de 80. Sin embargo esta comparación no es del todo realista, lo cierto es que no podemos hablar de un mercado europeo de telecomunicaciones, si existiera dicho mercado único su competitividad sería extraordinaria, casi excesiva, dado el elevado número de operadores que intervendrían en el mismo, más de 80. La realidad es que la oferta comercial a la que tiene acceso cualquier usuario residente en uno de los 28 estados miembros de la Unión Europea está limitada a los operadores que explotan redes o prestan servicios en dicho Estado, y no a la de todos los que operan en el ámbito de la Unión Europea, estos operadores nacionales, no compiten con el resto de decenas de operadores que desarrollan su actividad en el área geográfica de la Unión.

Dicho esto es cierto que la concentración que se está produciendo en los mercados de los diferentes Estados Miembros permitirá la generación de eficiencias en la explotación de las redes y en la prestación de los servicios de telecomunicaciones, dada la reducción del número de agentes que intervendrá en cada mercado se reducirá, sin necesidad de intervención regulatoria, el número de redes desplegadas, las inversiones que se realicen en redes incrementarán su retorno, la dimensión de los operadores crecerá sustancialmente y también su volumen de beneficios, el riesgo de que la industria europea caiga en manos de operadores internacionales, chinos o estadounidenses fundamentalmente, se reduce ciertamente con este proceso de consolidación y finalmente podría servir para detener la incesante caída de su negocio que los operadores están sufriendo en los últimos años y a la que están respondiendo con una reducción o ralentización de sus inversiones.

Sin embargo la respuesta a los problemas que sufren las telecos europeas, vista en términos de defensa de los intereses de los usuarios, quizás no se encuentre en la promoción de un proceso de consolidación de esta naturaleza y de creación de oligopolios en los diferentes mercados nacionales, entre otras cosas por que tampoco acaba de resolver dichas dificultades, tal vez las soluciones deban ir más bien por la búsqueda de alianzas entre los operadores existentes, sin reducir su número ni reducir la competitividad de los mercados, de manera que las inversiones en el despliegue de redes resulten más eficientes, el regulador debería favorecer esta posibilidad y evitar que se siga produciendo un error estratégico básico, el despliegue en paralelo de varias redes de banda ancha fija que afean el entorno urbano e inevitablemente aumentan los costes del despliegue encareciendo el producto final para los usuarios. Y por otra parte, resulta imprescindible poner los esfuerzos en avanzar en la creación de un verdadero mercado europeo de telecomunicaciones, un mercado único europeo en el que desaparezcan las fronteras e intervengan en condiciones efectivas de competencia un número razonable y adecuado de operadores cuyas ofertas estén accesibles para todos los usuarios europeos.

Lastrar los diferentes mercados nacionales de telecomunicaciones y exponerlos a una situación de oligopolio efectivo, en el que el reducido número de competidores existentes permitirá que cada uno de ellos tenga una excesiva capacidad para influir en la determinación final del precio de los servicios, en lugar de avanzar en la dirección opuesta, que no es otra que la búsqueda de un mercado competitivo, no parece que deba considerarse una solución elogiable. Debe recordarse que el sector de las telecomunicaciones (telefonía, internet y televisión), acumuló en el año 2013 más del 35% de las reclamaciones que se presentaron por los consumidores y no hay ninguna razón para pensar que esa situación mejorará como consecuencia de la reducción de la competencia en el mercado.

Es cierto estamos avanzando hacia el fortalecimiento de una industria que lleva años soportando un debilitamiento progresivo, la consecución de ese objetivo debe ser una prioridad dado el contexto internacional en el que nos desenvolvemos, sin embargo el camino trazado para lograrlo puede no ser el idóneo.

 

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